La evolución en la segunda mitad del siglo XIX, arrancaría con la línea de continuidad que propone Nikolas Pevsner, que iría desde William Morris hasta Walter Gropius, donde existen dos conceptos fundamentales para entender este movimiento:
- Las artes aplicadas: concepto de un arte no autónomo, que tiende al diseño, que pretende contribuir a una transformación de la realidad de entorno en que vivimos.

- Obra de arte total (Gesamtkunstwerk): concepto que no aparece en Pugin, ni en el neogótico inglés aunque haya la intención de lograr una obra de arte en la que todas las artes convergen en la construcción de la totalidad.
Este concepto aparece en obras del músico-compositor R.Wagner, que propone la ópera como trama musical, como obra de arte total, donde se entregan: poesía, música, artes aplicadas, artes escénicas..., con la intención de recuperar la convergencia de todas las artes. Así, podemos establecer una dirección de continuidad muy clara y a su vez una antítesis evidente entre la primera y la segunda mitad del siglo XIX. La primera mitad precedida por el arte autónomo, y la segunda, por el contrario, se empeña en aplicar el arte y su utilización para objetivos que son extraartísticos, que no son específicos del arte. También va en contra de la idea de arte autónomo, y a favor de la obra de arte total que integra todos los trabajos artísticos en una sola obra. A partir de aquí arranca la línea de continuidad que enlaza la oposición al arte autónomo a través de las artes aplicadas y de la obra de arte total con el camino que llevaría a la constitución del llamado movimiento moderno en arquitectura.