| Primavera '04 última setmana |
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complementària que es vulgui fer pública pot dirigir-se al professor de la
assignatura. Un treball de:
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METRÓPOLIS |
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Como algo caótico ininteligible, lo
incomprensible.
Grobstadt-metrópolis valor de cambio, cantidad, no belleza: lo
sublime aparece en aquello que no tiene forma. Frente a ciudad pequeña, limitada, con contornos definidos, valor de
uso, cualidad, “city beautiful”. <<…el carácter intelectualista de la vida
urbana, frente al de la pequeña ciudad que se sitúa más bien en el
sentimiento y en las relaciones conforme a la sensibilidad […] Como el
hombre, que no acaba donde termina su cuerpo o el área ocupada por su
actividad inmediata, también la Metrópolis consiste en una cadena de
efectos, un símbolo del dominio sobre una periferia y de una precisa
voluntad de de potencia; este hecho podría señalar la máxima extensión
alcanzada por la libertad, el máximo poder alcanzado por la libertad
individual>> (Georg
Simmel, “Las grandes urbes y la vida del espíritu”, 1903)
La Metrópolis es percibida
como un entorno hostil, el tipo metropolitano pretende mantener su
individualidad atemorizado frente al bombardeo de estímulos, hay un
exceso de percepción en la ciudad que no podemos asimilar
tranquilamente. <<El tipo habitante de la metrópoli de
sarrolla un proceso de protección, reacciona con el intelecto en vez de
con el corazón, el órgano más periferico>> (Georg Simmel, “Las grandes urbes y la vida
del espíritu”, 1903)
La metrópolis supone una intensificación de la vida nerviosa basada
en la innovación continua, ante una variación rápida e ininterrumpida de
las impresiones exteriores, el habitante de la metrópolis reacciona con
el intelecto: con una intensificación de la conciencia. Crea un
mecanismo de protección ante las amenazas del medio externo, definido
por Simmel como una reacción periférica, con frialdad, sin ningún tipo
de implicación emocional. << Los más profundos problemas de la vida
moderna manan de la pretensión del individuo de conservar la
autonomía y peculiaridad de su existencia frente a la prepotencia de la
sociedad, de lo históricamente heredado, de la cultura externa y de la
técnica de la vida [...] Ya se trate de la exigencia del siglo XIX de
juntar a la mera libertad la peculiaridad conforme a la división del
trabajo del hombre y su realización al particular incomparable
indispensable posible, pero que lo hace depender tanto estrechamente
complementación por todos los demás… todo esto actúa mismo motivo
fundamental: resistencia del individuo a ser nivelado y consumido
mecanismo técnico-social>>
(Georg Simmel, “Las grandes urbes y la vida del espíritu”, 1903)
Metrópoli es la sede de la economía monetaria, la más desarrollada.,
donde la multiplicidad y medios de cambio adquieren tanta importancia.
Este texto es de 1903, un siglo más tarde esto no ha hecho más que
acrecentarse, han extendido el universo metropolitano, el predominio de
la economía monetaria en todo el mundo (GLOBALIZACIÓN) << EL proceso de espiritualización es el
mismo que el de la intensificación de la vida nerviosa la el de en
intelecto proceso la vida se que mismo y espiritualización es
intensificación nerviosa. La economia monetaria supera el valor de uso,
mientras que el intelecto supera el valor de cambio. Intelecto economía
monetaria van dan cita metrópolis inseparablemente
ligados>> (Georg Simmel,
“Las grandes urbes y la vida del espíritu”, 1903)
Según Marx tradicionalmente el intercambio económico iba de la
mercancía a la mercancía: MERCANCIA -DINERO -MERCANCIA se utilizaba el dinero para conseguir otra mercancía. Ahora el esquema es: DINERO - MERCANCIA - DINERO Ahora se venden cosas para conseguir dinero, es lo que preside la
economía monetaria. En la metrópolis nadie conoce a nadie, el productor
no conoce al comprador: producir para no se sabe quién, para no se sabe
qué, no se conoce la totalidad… es la idea del trabajo abstracto de
Marx: el anonimato entre productores y consumidores es practicidad, la
economía del dinero domina la metrópolis, quedan arrinconados los
conceptos de producción doméstica: ya nadie se hace un traje a medida!
Esa exactitud que produce la economía del dinero, reducir cualquier cosa
a fórmulas matemáticas y tener una actitud calculadora, exactitud
también en las relaciones sociales: todo se puede cuantificar. El dinero
expresa cualquier diferencia cualitativa entre los objetos en términos
de ¿cuánto? como denominador común de los valores. <<El dinero sólo pregunta por aquello que
les es común a todos los hombres y cosas: por su valor de cambio que
nivela toda cualidad y toda peculiaridad sobre la base de la pregunta
por el mero cuánto. Todas las relaciones anímicas entre personas se
fundamentan en la individualidad, mientras que las relaciones conforme
al entendimiento se calculan con los hombres como números, como por
elementos en sí indiferentes>> (Georg Simmel, “Las grandes urbes y la vida del
espíritu”, 1903)
Metrópolis es el problema de racionalización y de los procesos de
producción que se extiende al resto de la vida y las relaciones sociales
en su conjunto: a esa fase la llamamos metrópolis, a la extensión de la
racionalización Es entonces cuando aparece la paradoja de la metrópolis:
pese a la racionalización de las condiciones de vida de sus habitantes,
la metrópolis se nos aparece como un caos frente al que no sabemos como
reaccionar. El hombre metropolitano es un individuo de una frialdad
calculadora, tiene que controlar su interacción social -como el actor
que interpreta su personaje- porque de su representación depende el
equilibrio de su economía emocional, su funcionalidad social y la
preservación de su identidad. Esto es el reflejo de la economía
monetaria triunfante en la metrópolis: el dinero equilibra la diversidad
de las cosas expresando sólo las diferencias cuantitativas entre ellas,
hay una indiferencia del intelecto hacia la calidad de las cosas: <<Todas las cosas nadan con el mismo peso
específico en la constante corriente de la economía
monetaria>> (Georg Simmel,
“Las grandes urbes y la vida del espíritu”, 1903)
El tipo blasé es aquel que está por encima de las miserias, una
persona distante, encerrada en si misma, que no se quiere implicar con
lo que le rodea, quiere una vida que sólo persigue el placer: falta de
reacción de los nervios: insensibilidad ante cualquier percepción. Blasé
es la actitud que resulta de estimulaciones nerviosas en rápido
movimiento. El hombre moderno de las metrópolis industriales se define
como personalidad sin carácter, como un yo vacío, la pura sustancia
cerebral, una reproducción del yo como un simulacro social. Existe una
relación entre el eclecticismo y la actitud blasé: en ambos casos al
individuo todas las cosas se le aparecen sobre un fondo gris uniforme,
en el que ningún objeto merece ser preferido a otro. Las cosas mismas
son percibidas como no esenciales, sin atributos: <<La significación y el valor de las cosas
aparecen como nulas, en una coloración uniformemente opacas sin
presentar ningún valor para preferidas frente a
otras>> (Georg Simmel,
“Las grandes urbes y la vida del espíritu”, 1903)
La percepción del tiempo cambia de la ciudad a la metrópolis: antes
se oía el tiempo en el campanario de la iglesia, en la metrópolis
aparece la necesidad de sincronización: con la aparición de los trenes
empieza el uso del reloj de bolsillo: la normalización del tiempo, la
sincronización de la vida. Más tarde lo hará el reloj analógico,
reforzando todavía más la idea de que todo es cuantificable. No hay una
relación de continuidad en la hora en la apariencia física del reloj
como con las agujas girando en la esfera, sino sólo números
consecutivos, un instante es sustituido por el siguiente
sucesivamente. Félix de Azúa habla de la metrópolis como otra manera de nombrar a la
modernidad. Es el corazón de la dominación técnica, el predominio de la
técnica sobre toda la realidad (similar a Simmel: preponderancia de la
economía monetaria). Según Azúa todo el arte de vanguardia del siglo XX
se basa en estrategias imitativas de la metrópolis, por eso en todo el
arte de vanguardia subyace la paradoja metropolitana: es percibido como
un caos a pesar de su extrema racionalización, es algo incomprensible,
ininteligible. El arte de vanguardia queriendo reproducir la metrópolis
pretende ser evidente aunque absolutamente indescifrable.
Baudelaire está considerado como uno de los promotores de la idea de
modernidad. Pero, ¿qué es la modernidad? , se trata de una cuestión
ampliamente tratada y de difícil definición. La modernidad puede entenderse como el inicio de lo que más tarde se
llamarían “vanguardias”. O también como el fin de una era, la del
pensamiento ilustrado y romántico. Otros la consideran un mero prólogo
de lo realmente interesante: la posmodernidad y la muerte del arte. Sea
como sea, lo que está claro es que la figura de Baudelaire es un
elemento imprescindible para analizar la idea y la teoría de lo moderno.
La descripción de la modernidad en Baudelaire coincide a grosso modo con
la de Nietzsche. El artista de la modernidad es comparable al
superhombre. Éste habita en la metrópolis, que no es más que el
resultado de la voluntad de poder humana. Este ideal se puede relacionar
con el análisis que hace Máximo Cacciari en relación con el habitante de
la metrópolis: <<La vida espiritual es propia de la
metrópolis. La metrópolis refleja la vida del Espíritu, es decir: la
razón plenamente desarrollada. Cuando el Geist (espíritu) sale de las
simples y directas relaciones de producción crea Metrópolis y no ya
ciudad. En la metrópolis debe residir el Espíritu y no el
individuo>> (M. Cacciari,
“Dialéctica de lo negativo en las épocas de la metrópoli”)
La naturaleza que había sido fundamento y fuente de inspiración de la
producción artística es sustituida por una nueva naturaleza que apuesta
por el instante como forma del tiempo y la muchedumbre como forma de
espacio. El artista moderno solamente puede imitar esta realidad porque
él mismo es producto de esta realidad. Se pierde, de este modo, el
concepto de trascendencia que tanto había marcado el arte del clasicismo
y el romanticismo. A diferencia del burgo, ciudad amurallada y que se
proyecta sobre si misma, con interioridad, la metrópolis carece de
murallas. Ya no se ubica en ningún emplazamiento puntual, sino que se
extiende como una malla infinita por todas partes, la idea romántica de
la ciudad desaparece, ésta ya no puede ser bella sino sublime.
Metrópolis no es un concepto geográfico, sino histórico, es una
condición del mundo, de la sociedad en su conjunto, no una condición de
un determinado lugar. Antes estaba muy claro la diferencia entre ciudad
y lo que no es ciudad. Las murallas encerraban la capital: los límites
eran obvios. Con la desaparición de las murallas se produce la explosión
de la ciudad y los límites se vuelven difusos y ya no son tan
evidentes. En este espacio indeterminado la muchedumbre vive amoralmente.
Algunos superhombres, los que pueden, cultivan su poder a la vista de
todos. Se puede establecer un símil entre este sistema y el del campo de
concentración utilizado por los fascismos de ultraderecha. La enorme
visibilidad de las metrópolis, en las que nada escapa al ojo técnico y a
su exhibición para las masas, provoca un campo de oscuridad entorno a
ellas. En este escenario la vida humana es posible, pero tan solo eso,
con las limitaciones que eso conlleva. Rimbaud escribió: <<Soy un efímero y no excesivamente
disgustado ciudadano de una metrópolis tenida por moderna porque todo
gusto conocido ha sido evitado en los aposentos y fachadas de los
inmuebles así como en el propio plan urbano. Aquí nadie podría señalar
las huellas de ningún monumento elevado por la superstición. La moral y
la lengua han quedado por fin reducidas a su más simple expresión […]
Desde mi ventana veo nuevos espectros arrastrándose a través de la
espesa y eterna humareda de carbón>> (Rimbaud ”Las Iluminaciones” 1873-1875)
La vanguardia se puede entender como una negación generada por la
propia metrópolis. Se trata de dos elementos que dependen el uno del
otro respectivamente para su supervivencia. En el periodo clásico y
romántico el arte siempre iba unido al concepto de eternidad, era
trascendente al tiempo. En la nueva concepción, aparece el presente o
instante como elemento fundamental. Baudelaire propone un tiempo
diferente, un presente que no viene del pasado ni se dirige a ningún
futuro; se trata del instante efímero. Ese instante vacío es el que
merece ser representado. Este concepto del instante está íntimamente
ligado al de celeridad. Trabajar sobre lo efímero requiere una velocidad
que trasforme continuamente el instante, otorgándole un significado
sujeto a cambios en él Se puede hallar un símil de esta idea en la
pintura impresionista. Los primeros lienzos de Manet provocaron el
escándalo al no disimular con pinceladas encubridoras el trazo rápido e
intuitivo de las formas representadas. Posteriormente aparecen las
formas totalmente inmediatas, al descubierto. Únicamente poseen el referente de la subjetividad del artista. Es
aquí donde la velocidad de ejecución alcanza su verdad y se materializa,
ya que la cuestión no es si se tarda más o menos en pintar algo, sino si
se tarda más o menos en concebirlo. Los pioneros de la arquitectura moderna coincidían en sus pronósticos
negativos sobre la metrópolis (conflictos sociales, desolación material
y estética). Taut describió, igual que Kandisky, bellas alegorías
apocalípticas con el fin de la metrópolis. Le Corbusier llamó la
atención sobre los peligros de un colapso social, psicológico y
económico a causa de la evolución caótica y desenfrenada. Gropius
definió las metrópolis industriales como infiernos de asfalto y cemento.
Fritz Lang y George Kaiser plasmaron las visiones angustiantes de la
ciudad moderna. Los expresionistas formulan la conciencia de esta crisis
y su necesaria solución artística. Diferentes reacciones estéticas racionales como síntesis de la
producción industrial, las revolucionarias categorías del racionalismo
estético se centraron en lo que se llamó la construcción de una nueva
realidad, lo que enlaza con la tesis de Worringer: igual que en los
pueblos primitivos la tendencia dominante en la metrópolis es la
abstracción. En el prólogo de su obra “Abstracción y naturaleza” cuenta
su relación silenciosa con Georg Simmel en el museo del Trocadero de
Paris : << …en las horas que pasé con Simmel en las
salas del Trocadero, unido a él por el vínculo de una misma atmósfera
que nos envolvía a los dos, me sobrevino con torrencial vehemencia el
parto del mundo ideológico, que mas tarde se cristalizaría en mi
tesis...>> (W. Worringer
”Abstracción y naturaleza”) Tanto la reacción intelectual metropolitana como la abstracción son
mecanismos de protección ante un medio externo hostil, no se trata ya de
representación sino de construcción de realidad. Ante una variación
rápida e interrumpida de las impresiones exteriores, el habitante de la
metrópolis reacciona con en intelecto: con una intensificación de la
conciencia. Crea un mecanismo de protección ante las amenazas del medio
externo. La metrópolis puede ser entendida como una construcción total de la
sociedad, desde la organización industrial de las masas a través de la
arquitectura y el urbanismo, como una monumental obra de arte o una obra
de arte real. En los años veinte aparece un movimiento pictórico que nace como
reacción al expresionismo. La nueva objetividad o “neue Sachlichkeit
rechaza el planteamiento sensorial y subjetivo de corrientes como el
futurismo o el expresionismo, para volver a los lenguajes objetivos del
realismo. El lenguaje se caracteriza por un talante ácido y
caricaturesco un tanto agresivo, pero comprometido con la realidad
social del momento. La temática gira entorno a la denuncua social,
relatando los aspectos más sórdidos de la realidad: corrupción,
deshumnización, miseria, prostitución, etc... Un tema constante en la
obra de la Neue Sachlichkeit Consiste en describir escenas de personajes
desfigurados entre enormes edificios o ambientes industriales. Se trata
de reproducir la angustia del sujeto que se ve enfrentado a los nuevos
procesos de masificación de la produccióon, y las consecuencias sociales
que estos arrastran. <<cuando Grosz marchó a Estados Unidos y
encontró allí un mundo del que no abominaba, perdió su fuerza como
artista […] La obra de arte de vanguardia más original la Gran Bretaña
del periodo de entreguerras no fue concebida como una obra de arte, sino
como una eficaz solución técnica para resolver un problema de
información: se trata del plano de la Red de Metro de Londres. Diré de
paso que la bancarrota de la vanguardia se demuestra claramente en la
inútil adaptación que de este plano ha hecho Simmon Patterson…
>> (Eric Hobsbawm “A la
Zaga. El Fracaso de las vanguardias del siglo XX”,1992)
BIBLIOGRAFIA _Georg Simmel “El individuo y la libertad. Ensayos de crítica de la
cultura” 1903 _M. Tafuri, M. Cacciari, F. Dal Co “De la vanguardia a la metrópoli.
Crítica radical a la arquitectura” (1968-71) _Eric Hobsbawm “A la zaga. Decadencia y fracaso de las vanguardias
del siglo XX” (1992) _W.Worringer ”Abstracción y naturaleza”
_Félix de Azúa ”Baudelaire y el artista de la vida moderna”
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