Lección 10: Orígenes de la arquitectura orgánica.
"El concepto de estilo "orgánico", como tantos empleados en arquitectura, se ha extraído de otros campos y, en consecuencia, su definición se hace difícil cuando se aplica a temas arquitectónicos. Atiende, básicamente, a la relación armónica del todo con las partes, pero va también ligado a la secuencia natural: nacimiento, desarrollo y
muerte."
(Joedicke, 1983)
Quedan enunciadas en esa cita (de la Enciclopedia GG de la arquitectura del siglo XX) las dos cuestiones a las que quiero referirme a propósito de la arquitectura orgánica:
una arquitectura en relación inmediata con la naturaleza
una arquitectura de la relación armónica entre las partes y el todo
Estudiaremos esas dos cuestiones, respectivamente, en la obra de Henry Hobson Richardson (1838-1886), y Louis Henry Sullivan (1856-1924). Pero antes, conviene intentar una definición, y situar las primeras apariciones de la arquitectura orgánica en el entorno social y cultural en que aparecieron: los Estados Unidos de
América.
Aún siendo cierta la dificultad de definición de la arquitectura "orgánica" que apunta Jürgen Joedicke, hay una buena aproximación a esa idea en la autobiografía de Frank Lloyd Wright (1867-1959), en el pasaje en que recuerda como había querido que se colocase Taliesin sobre el terreno:
"Sabía ya perfectamente que ninguna casa debía estar sobre una colina, ni sobre nada. Debía ser de la colina, pertenecer a ella, de manera que la casa y la colina pudieran vivir juntas y vivir felizmente la una para la otra. Así era como se arreglaba naturalmente todo lo que se encontraba alrededor, excepto cuando el hombre se entrometía para hacer algo. Cuando él añadía su pequeño fragmento, todo se volvía imitativo y feo. ¿Por qué? ¿No puede haber una casa natural? Yo tenía el sentimiento de haber demostrado que podía haberla. Yo quería entonces una casa natural para vivir yo mismo... Sí, había sin duda una casa que aquella colina podía esposar y con la que podría vivir feliz para siempre. Me propuse encontrarla; veía incluso, en mi imaginación, cómo podría ser. Y comencé a construirla como la frente de aquella colina. (...)
Las losas planas se usaron para pavimentar las terrazas y los patios. La piedra fue enviada a lo largo de las pendientes, para hacer gruesos muros. La piedra, puesta como peldaños, como escalones sobre la colina, y lanzando largos brazos en todas direcciones que acercaban la casa al suelo. ¡El suelo! ¡El suelo de mi abuelo! Se le sentía con amor mezclado íntimamente a todo aquello.
Al final, no era fácil saber dónde se terminaban los pavimentos y los muros, y dónde comenzaba el
suelo..."
(Wright, 19??)
La arquitectura orgánica, en esa estupenda definición wrightiana, concibe el acto de construir como un sacramento matrimonial. La casa y la colina felizmente casadas para siempre, sin que se pueda saber dónde acaba una y empieza la otra. Y sin que el hombre destruya esa eterna armonía al "añadir su pequeño fragmento".
La arquitectura orgánica aspira a la integridad, a la unificación.
En primer lugar, a la unidad entre la arquitectura y la naturaleza. Pero también, a la integridad y unidad de la propia arquitectura. Que sea una totalidad
orgánica.
La "arquitectura orgánica" es exactamente lo contrario de la "arquitectura
autónoma".
Arquitectura "orgánica" que entremezcla lo natural y lo artificial. Y no arquitectura "autónoma", que se separa de la naturaleza y se opone a
ella.
Arquitectura orgánica, concebida desde el principio conjuntivo.
Arquitectura continua, integradora, y no discreta, fragmentaria. Que sea un organismo vivo, y no un montaje de partes
disjuntas.
Arquitectura "orgánica" que, en la ciudad, quiere erigir monumentos sólidos como rocas que ofrezcan asideros firmes para resistir al continuo fluir de la
metrópolis.
Arquitectura que quiere aparecer como si surgiera de un estrato más profundo que el suelo. Arquitectura que hunde sus raíces. Arcos de medio punto arrancando desde el suelo, edificios rodeados por un foso. Las ventanas a ras de
suelo.
Ciudad liberal: el arquitecto en busca de la forma, de la estabilidad y la
solidez.
Dificultades de clasificación: El impulso ético (Giedion), racionalismo estructural (Frampton), protorracionalismo (De
Fusco).
La arquitectura orgánica no es solamente arquitectura norteamericana: piénsese en Aalto, en
Berlage.
La oficina de Richardson
La bolsa de Amsterdam: neorrománico monumental
“Unidad en la diversidad”: ¿edificio monumental o hilera de casas? (Choay:
sintagmático-paradigmático?)
“Dejar el muro en su apariencia desnuda”: las articulaciones y aparejos: la cuestión del
diedro vertical. Separación entre envolvente murario y estructura metálica. "Como la maquinaria dentro de la caja del reloj"
(Giedion)
Espacios inesperadamente grandes en el interior, que la maciza pesadez (sólido como una roca) del exterior no
anuncia. (Ejemplos: Bolsa de Amsterdam (Berlage), iglesia Unitaria de Boston (Richardson), café-restaurante de la exposición de 1888 (Domènech i Montaner).
Berlage y Richardson.
Arquitectura orgánica como "tercera vía", como mediación entre bloques enfrentados. "Regionalismo" (Frampton) y guerra fría. La revalorización de Wright en los años cuarenta y en la inmediata posguerra: Henry-Russell Hitchcock, Bruno
Zevi.
De las peculiaridades de la historia norteamericana que sirven para entender por qué -por ejemplo- apareció en Estados Unidos eso que hemos dado en llamar "arquitectura orgánica", cabe destacar al menos dos:
las consecuencias sociales y culturales de la colonización del oeste americano
el proceso de crecimiento y desarrollo de las ciudades americanas.
Para el conocimiento de la ciudad americana es muy útil el libro La ciudad americana (1975??), de Giorgio Ciucci, Francesco Dal Co, Mario Manieri Elia y Manfredo Tafuri. Y para la importancia de la "frontera" en la historia americana, el de Frederick J. Turner (1893), La Frontera en la Historia de Estados Unidos.
La diferencia entre las culturas norteamericana y europeas se hace evidente en las dos cuestiones en torno a las que estoy intentando explicar los inicios de la arquitectura orgánica:
la relación entre los fragmentos y la totalidad (a partir de una cita de Gilles
Deleuze):
“...ocurre lo mismo con los europeos y los americanos: los europeos tienen un sentido innato de la totalidad orgánica, o de la composición, pero tienen que adquirir el sentido del fragmento, y sólo pueden hacerlo a través de una reflexión trágica o una experiencia del desastre. Los americanos, por el contrario, tienen un sentido natural del fragmento, y lo que tienen que conquistar es el sentimiento de la totalidad, de la composición hermosa. (...)
América une fragmentos, presenta muestras de todas las épocas, de todas las tierras y de todas las naciones.
(...)
...el ser de los anglosajones, siempre estallado, fragmentario, relativo, se opone al Yo sustancial, total y solipsista de los europeos.
El mundo como conjunto de partes heterogéneas: patchwork infinito, o pared ilimitada de piedras sin argamasa (una pared cimentada o los pedazos de un rompecabezas recompondrían una totalidad). El mundo como muestrario
(...)
Contrapuntos y respuestas, constantemente renovados, inventados, constituyen la relación de los sonidos o el canto de los pájaros, que Whitman describe maravillosamente. La Naturaleza no es forma, sino proceso de puesta en relación: inventa una polifonía, no es totalidad, sino reunión, “cónclave”, “asamblea plenaria”. La naturaleza es inseparable de todos los procesos de comensalidad, convivialidad, que no son datos preexistentes sino que se van elaborando entre vivos heterogéneos de forma que crean un tejido de relaciones movedizas (...)
Sucede igual con las relaciones del hombre con la Naturaleza. Whitman instaura una relación gímnica con los robles jóvenes, un cuerpo a cuerpo: no se funde en ellos ni se confunde con ellos, pero hace que algo ocurra entre ellos, entre el cuerpo humano y el árbol, en ambos sentidos, pues el cuerpo recibe “un poco de savia clara y de fibra elástica”, pero por el otro lado el árbol recibe un poco de conciencia (“tal vez estemos haciendo un intercambio”). Ocurre igual por último con las relaciones del hombre con el hombre. En este caso también, el hombre tiene que inventar su relación con el otro: “Camaradería” es la palabra importante de Whitman para designar la relación humana más elevada, (...)
Con América la relación de camaradería supuestamente debe adquirir sus máximas extensión y densidad, alcanzar los amores viriles y populares, sin dejar de adquirir un carácter político y nacional: no un totalismo o un totalitarismo, sino un “Unionismo”, como dice Whitman. La Democracia misma, el Arte mismo sólo forman un todo en su relación con la Naturaleza (el aire libre, la luz, los colores, los sonidos, la noche...) de lo contrario el arte se abisma en lo mórbido, y la democracia en el engaño.”
(Deleuze, 1993)
la relación entre la naturaleza, el arte y las máquinas (Gillian Naylor propone la comparación entre un intelectual americano -Ralph Waldo Emerson- y otro europeo
-John Ruskin-):
“Es interesante comparar las actitudes de estos dos hombres hacia el arte, la naturaleza y la industria, porque contienen las semillas de actitudes nacionales muy divergentes. Emerson, cuya reverencia por la naturaleza era tan profunda como la de Ruskin, veía en ella principios que podrían ser emulados tanto por el arte como por la industria, y haciendo así estaba abriendo el camino que llevaría a Sullivan, Frank Lloyd Wright y Buckminster Fuller. También Ruskin urgía a sus seguidores a volver a la naturaleza por estímulos tanto intelectuales como emocionales, pero para ellos el campo y la fábrica no podían tener nada en común, y las lecciones que aprendieron de la naturaleza guardaban poca relación con el mundo de la industria: art and craft, en Inglaterra, estaba totalmente divorciado de la máquina. (...)
Si la Revolución Industrial en Inglaterra hubiera producido profetas del funcionalismo tan elocuentes, convincentes y llenos de fuerza como un Emerson o un Greenough, la retirada hacia los crafts tal vez no se habría producido nunca. Pero éstos eran representativos de una sociedad totalmente diferente, idealistas de un Nuevo Mundo sin las trabas de la tradición y de la cultura local. También eran idealistas los que formaron las actitudes inglesas, pero los profetas de Inglaterra no se impresionaban por el logro del “vapor y galvanismo”; su batalla por “el mundo de los hombres y la vida” era una batalla contra la industria y el comercio y los valores que representaban -valores que no tenían ningún sentido para una vocación tan sagrada como la de la arquitectura. Aquí está John Ruskin, en 1857, dirigiéndose a la audiencia de la Architectural Association, sobre “La influencia de la imaginación en la arquitectura”:
“Tal vez la primera idea que pueda resultar fascinante para un joven arquitecto, como problema capital en estos días experimentales, sea su implicación en la invención de un “nuevo estilo” adecuado a la civilización moderna en general y de Inglaterra en particular; un estilo adecuado a nuestros motores y telégrafos; tan expansivo como el vapor y tan centelleante como la electricidad.”
Si es el caso, continúa Ruskin, con uno de sus extraordinarios chispazos de profecía: “Podréis fabricar vuestras placas de vidrio y forjar vuestras barras de hierro hasta que nos hayáis rodeado a todos... con interminables perspectivas de esqueletos negros y plazas cegadoras... podréis poner, si queréis, todo Londres bajo una deslumbrante cúpula coloreada que ilumine las nubes con sus destellos, llegando hasta el mar. Y todavía, os pregunto, ¿y qué, después de eso?”
Nada, dice Ruskin, nada más que ruido, vaciedad e idiocia, puesto que una tal arquitectura nunca puede estar inspirada por el amor...”
(Naylor, 1971)
Fue en América donde más rápidamente se reconoció la caducidad de los planteamientos de "resistencia anti-industrial" de Ruskin o Morris, y la utopía regresiva implícita en su actitud ante la industria. Da pruebas de ese cambio de actitud -y de una evidente fascinación por un mundo totalmente mecanizado- la conferencia que Frank Lloyd Wright dictó en 1901 con el título "Arte y artesanía de la máquina".
Ese capital texto wrightiano sirve, además, como ilustración del sentido de la afirmación de Marshall Berman (1982) según la cual "todas las formas del arte y el pensamiento modernistas tienen un carácter dual: son a la vez expresiones del proceso de modernización y protestas contra él". Vale la pena contrastar, con esa frase de Berman en la memoria, el texto de Wright citado al principio de esta lección, y este otro:
No sólo no hay en ese escrito de Wright protestas ni lamentos contra las máquinas ni contra la industria, es que, por el contrario, Wright defiende la capacidad emancipadora de la máquina. Y de paso, su belleza y la atracción abismal -sublime- de la gran ciudad, ese entorno humano ininteligible. Al canto emocionado de las posibilidades que abre la modernización se dedican los últimos párrafos de este escrito:
Richardson: edificios como rocas.
Primitivismo medievalista: neorrománico.
Contra la carencia de forma de la metrópolis: Camilo Sitte.
En un texto del año 1941, Lewis Mumford describe con precisión de qué manera la arquitectura de Richardson, por su pragmatismo, esquivó el destino de ser una más de la serie de las protestas contra la modernización que -como también apunta Mumford- sirvieron paradójica e involuntariamente para apuntalar y consolidar definitivamente el industrialismo.
Al leer en Mumford que “las formas muertas no producen organismos vivos”... me viene a la memoria un escrito de Julius Posener contra el urbanismo nostálgico que vale la pena citar y cuya denuncia de la imposibilidad de cualquier recuperación del pasado en el presente considero absolutamente actual:
El arquitecto monje... rubicundo, gordo y bebiendo cerveza.
Richardson nos proporciona otra nueva variante del neomedievalismo, distinta del exotismo "gótico" de finales del XVIII, de la reacción "gótica" de la Santa Alianza, del moralismo "gótico" -"ojival o cristiano"- de Pugin, (y también del exasperado medievalismo expresionista que vendría más tarde). Richardson, disfrazado de monje, hojeando un libro o sentado frente a una jarra de cerveza, parece mirarnos con el rabillo del ojo, sonriendo y como queriéndonos tranquilizar: "en el almacén de disfraces me ha parecido que éste era, después de todo, bastante discreto y llevable..."
La arquitectura de Richardson, siguiendo un método pintoresco, construye la forma juntando fragmentos, reuniendo e intentando unificar piezas de diversa procedencia. Para eso -para reunir, para ensamblar- sirven las bandas horizontales de piedra de distinto color que rodean como cinturones o como abrazaderas muchos de sus edificios. Esas bandas de piedra que también sugieren otra imagen sin duda grata a Richardson: el edificio como realidad geológica, cuya edad se mide en millones de años y en la que la erosión ha hecho aparecer los distintos estratos de materiales distintos acumulados. El edificio como montaña.
Richardson: fragmento y conjunto.
Richardson reúne. Nunca en Richardson una ventana -por ejemplo- aparece como un elemento independiente. O es una articulación del muro, resultado de la supresión de algunos bloques de piedra, o forman tiras de ventanas, o rejas en dirección horizontal y vertical.
Richardson utilizaba imágenes de distinta procedencia para componer sus proyectos. Una torre de la catedral vieja de Salamanca, que Richardson seguramente conocía solamente por algún grabado o tarjeta postal, podía, cambiándola de tamaño y de proporción, servir para dar forma al cimborrio de la Trinity Church de Boston. Pintoresquismo: construcción de la forma partiendo de un repertorio de ilustraciones de arquitecturas del pasado. La preocupación de Richardson es convertir esa imaginería diversa en una imagen unitaria, incluso fuertemente integradora. El título de James O'Gorman propone casi un lema para la arquitectura de Richardson: Disciplining the Picturesque, disciplinando lo pintoresco.
Y siempre, también, los edificios de Richardson guardan una sorpresa en su interior. Su arquitectura es, vista desde fuera, románica primitiva, construída con bloques de piedra apenas tallada, reforzando al máximo la imagen de primitivismo, de materialidad, de densidad, pesadez y solidez de una construcción hecha -aparentemente- con medios técnicos muy poco desarrollados. Al ver la Trinity Church, uno se imagina que el interior debe ser muy pequeño, oscuro y rodeado por unos muros de piedra de grueso impresionante. Y sin embargo, su interior resulta ser excepcionalmente amplio, luminoso, construído sobre pilares muy alejados entre sí y relativamente esbeltos. Además, los gruesos muros que habíamos podido imaginar no existen: unos tirantes metálicos absorben el empuje horizontal de la cúpula.
Regularidad: Variaciones sobre un tema.
Analizar los siguientes ejemplos de edificios para bibliotecas puede servir para comprender la regularidad en la arquitectura de Richardson, y el uso reiterado que hace de unos mismos elementos y procedimientos.
Empezar donde acaba Richardson: los almacenes Marshall Field.
La carrera profesional trágica de Sullivan.
John Szarkowski, desvelador del imposible de Sullivan.
La cuestión del ornamento.
Ornamento sullivaniano y Art Nouveau.
Sullivan, "Lo inorgánico y lo orgánico", en Un sistema de ornamento arquitectónico acorde con una filosofía de los poderes del hombre:
Sullivan: form follows function?
La forma del rascacielos.
"The Tall Office Building Inconsistently Considered" es el título del capítulo de su libro Three American Architects. Richardson, Sullivan, and Wright, 1865-1915 en el que James F. O'Gorman analiza -con una objetividad rayana en la dureza- las inconsistencias entre la teoría y la realidad de la arquitectura de los rascacielos sullivanianos. Podemos leer en ese texto:
El aforismo de Sullivan "form follows function" ("la forma sigue a la función") debe entenderse siempre de una manera muy genérica, con una concepción extremadamente amplia de lo que signifique "función".
Para Sullivan, "función" es identidad, personalidad, integridad, impulso vital. Lo explica en su Autobiografía de una idea:
Un ejemplo del significado "extenso" de la función en la obra de Sullivan: en muchos de los edificios de oficinas de Sullivan (Wainwright, Guaranty, etc..., quizás con el edificio Bayard como excepción) parecen iguales todas las pilastras, mientras que solamente la mitad de ellas encierran un pilar de acero -y bajan hasta apoyarse en el suelo- y la otra mitad están huecas, y quedan interrumpidas encima del piso principal. No es la función "estructural" la que determina la forma de las pilastras, sino otra clase de función, que podríamos llamar "comunicativa". Al doblar el número de líneas verticales en la fachada, Sullivan refuerza la verticalidad y esbeltez de sus rascacielos, para que aparezcan "altos, altos hasta la última pulgada"; "como un todo que se eleva sin ninguna línea discordante"...
Vale la pena subrayarlo: "deben aparecer" o "deben parecer" son expresiones que automáticamente continuaríamos: "como si fueran...", y, finalmente: "...lo que no son". En esas expresiones hay implícita una falsedad. Todos sabemos que no son así, sino que simplemente, y superficialmente, parecen.
Las preocupaciones de Sullivan eran exclusivamente de orden formal. La suya era la comprensión del trabajo del arquitecto como "formalizador", y nos podemos imaginar su indignación al recibir las instrucciones de Daniel Burnham para resolver la cuestión de la irregularidad del solar sobre el que Sullivan debía -por encargo de Burnham- proyectar el Transportation Building de la Exposición Colombina de Chicago: "...no se preocupe,... no lo va a notar nadie..."
De forma bastante previsible, el obsesivo perfeccionismo formal de la arquitectura de Sullivan condenaban a su obra al fracaso. Ansiaba un ideal inalcanzable, y no estaba dispuesto a conformarse con menos.
Las fotografías de John Szarkowski en su libro The Idea of Louis Sullivan denuncian implacablemente ese fracaso: los monumentos de Sullivan "flotando en la corriente continua de la economía monetaria" con el mismo peso específico que cualquier otro edificio; perdidos entre la indiferencia de quienes, en la brutal practicidad y anonimato de la metrópolis circulan, ensimismados, individualistas y calculadores, por delante de ellos.
La arquitectura de Sullivan queda como el esqueleto de pájaro que, inalcanzable para los empleados de las limpieza, fue descubierto por la cámara de Szarkowski y nosotros tardamos en reconocer, porque creímos que era parte del ornamento...
Los edificios Wainwright y Guaranty (mejor: las fachadas de esos edificios) sirven como ilustraciones muy fieles de la concepción del edificio alto de oficinas tal como Sullivan lo pensaba en 1896 (nótese, en cambio, que las plantas desmienten la apariencia puramente prismática de los edificios, mostrándonos cómo éstos se construyen como placa longitudinal plegada). Vale la pena recordar la descripción que hace Sullivan de las características de esos edificios, elevándose, como recuerda agudamente O'Gorman, de las rastreras condiciones materiales hacia el cielo:
La dualidad: el sino de Sullivan.
El capítulo titulado "Chicago", de la Autobiografía de una idea de Louis Sullivan, arranca con un par de frases enigmáticas en apariencia, pero que tal vez estén reflejando un núcleo importante de las preocupaciones -o tal vez simplemente del dolor, del fracaso- de Sullivan:
Entre las dos visiones de la "personalidad" que apunta Sullivan, hay una diferencia principal: la muchedumbre. Es la presencia de la muchedumbre la que degrada la personalidad de la "majestad solitaria e incomparable" hasta el "enano que hace muecas obscenas". Sullivan escribió su autobiografía -en la que siempre se refiere a sí mismo en tercera persona- en los últimos años de su vida. Sin duda tenía la percepción clara y dolorosa de no ser ya quien fue hasta el momento que narra su autobiografía. De haber dejado de ser la "idea" que fue hasta 1893, y haberse convertido en otra realidad, en otra personalidad.
1893 fue el año de la Exposición Colombina de Chicago -de la que hablaré en la próxima lección-, pero también el año del "final oficial de la frontera de población" (Portes, 1995). Y es también el año de la crisis que anuncia un cambio de ciclo histórico:
En 1893 la carrera profesional de Sullivan comenzó un declive muy rápido, del que Sullivan, en su autobiografía, culpó a la Exposición Colombina. Todavía hasta el fin de siglo Sullivan tendría ocasión de construir alguno de sus edificios más célebres, pero más tarde se limitó a proyectar y construir algunos pequeños edificios comerciales y sucursales bancarias. En esos proyectos tardíos, Sullivan abandona tanto su concepción del "ornamento orgánico", como cualquier intento de hacer aparecer al edificio como una "totalidad sin ninguna línea discordante". El ornamento, en esos últimos proyectos, es evidentemente y sin disimulo un añadido, y la forma, en vez reforzar la impresión unitaria, tiende a resolverse como -también- un añadido decorativo que enmascara parcialmente la extrema simplicidad de la estructura espacial y constructiva. Esas obras carecen, en su modestia, de "majestad solitaria e incomparable", y su ornamentación es una exasperada mueca para atraer la atención de una muchedumbre que, sin duda, no atiende a esas llamadas.
Robert Venturi, en Complejidad y contradicción en arquitectura (19??), se interesa por las últimas obras de Sullivan, y comenta alguna de ellas como contradicción yuxtapuesta, que compara con la Porta Pia:
...y, en el mismo texto, y como ejemplo de dualidad, otro de los últimos edificios de Sullivan:
La unidad de esa fachada es como la de la modernidad que describe Marshall Berman (1982): "Es una unidad paradójica, la unidad de la desunión..." Es la confirmación de la imposibilidad de mantener las partes armoniosamente relacionadas con el todo.
Si las últimas obras de Sullivan muestran el límite de posibilidad de la arquitectura orgánica como "unionismo", una consideración atenta de la obra de Frank Lloyd Wright permitirá reconocer la constante alternativa entre el naturalismo y una tendencia contraria, antinaturalista, a la que podríamos, con Wilhelm Worringer, llamar "abstracción".
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